Es curioso cómo la cabeza de uno se adapta rápidamente a los nuevos entornos que habita. El cuerpo se predispone a una nueva aventura encabezada por el deseo de movilizarse a insólitos espacios y, una vez en ellos, comenzar un período adaptativo que en mi caso supuso de pocos días. ¿Será que mi cabeza sola puede amoldarse fácilmente a diferentes lugares habitables por el mero hecho de experimentar algo distinto luego de tantos años conviviendo entre las mismas paredes?
Viajé a la gran ciudad, a un edificio para nada modesto en el centro de todo. Al límite entre Almagro y Caballito, a dos cuadras del Parque Centenario. Me arrojé a la aventura de improvisar, sin saber a ciencia cierta qué iba a depararme estar allá, solo con la soltura de sentirme cada vez más ligero entre tanto cemento.
Aparecieron nuevas personas en mi vida, personas que no imaginé conocer. Me abrieron la puerta a lo desconocido, pude recorrer el underground que tanto me seduce desde siempre: la distorsión, lo extraño, lo alternativo.
Aluciné con sentirme enamorado, es como si el corazón sabiendo incluso que no es correspondido quisiera de igual forma zambullirse a sentirlo todo. En poco tiempo sentí que quise, amé, me frustré, me entristecí, me reparé y me volví a rearmar. Pero sé que es todo producto de una neurodivergencia, de químicos expulsados por mi cerebro para hacerme sentir especial y único.
La rutina funciona diferente, el deseo también. Lo que quizás nunca hubiera hecho en aquel momento se pone en discusión en mi cabeza. El vicio olvidado reaparece amenazante. El sueño postergado hace efecto sin secuelas.
El micro, el subte, el tren, el auto, la moto, la bici, las largas caminatas. Todo dejó huella en el recorrido biológico.
La fantasía de irme como primer reminiscencia atascada durante este año, siempre en el tintero sin fundamento alguno, solo la atadura de lo rutinario doblegando un posible deseo del que no puedo hacerme cargo con total honestidad.
La tos repugnante, marca seria de una ansiedad que estuvo presente constantemente. La cura de cantar sin saber qué deparará. El perfeccionamiento de las herramientas del cuerpo, el ponderamiento de lo oscuro.
| Pavo Real - José Moñú |
Quizás solo establecí las primeras huellas de un largo camino que aún no avisto totalmente; quizás sea solo cuestión de acompañar. Aflojar la ansiedad, dejar las piernas quietas, y sentir que floto entre el paso de los días.
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