Ocurrieron algunos acontecimientos en estos últimos días que me llevaron a reflexionar más de lo habitual sobre lo perjudicial de vivir en estos tiempos de vida tan acelerados y ansiosos. Sumergidos en un gran ruido, navegamos incesablemente en la vorágine de responder a un sinfín de notificaciones que nos llegan a nuestro teléfono celular. Podríamos desarrollar el por qué somos adictos a la dopamina superflua que nos generan las aplicaciones, todo el sistema maquiavélico perfectamente armado para hacernos sentir recompensados durante segundos de manera cíclica, aunque no es un tema que abordaré en esta publicación.
Lo cierto es que vivimos cansados, estresados, ansiosos y posiblemente con problemas para conciliar el sueño. La salud mental cada vez más puesta en el eje de la cuestión... ¿En qué momento del día nos detenemos a reflexionar sobre lo que experimentamos? ¿Acaso recordamos que hicimos la semana pasada con exactitud? ¿Ese término nuevo que aprendiste… ya lo olvidaste?
Estoy convencido de que estamos sufriendo una constante degradación y dependencia a la parafernalia actual. Zombis incapaces de escribir algo por sí mismos sin que sea validado por una inteligencia artificial. Incapaces de sacarse una fotografía sin utilizar un filtro que la "mejore" o nos haga sentir aceptados (¿Por nosotros mismos o por los demás?).
Soy plenamente consciente de ser víctima y responsable de mi propia degradación, aunque a la vez estoy aprendiendo a tomar las riendas de mi sabiduría. No quisiera que dentro de unos veinte o treinta años no pudiera expresarme con firmeza en mis puntos de vista, ni tampoco desconocer mis creaciones por verse contaminadas de algoritmos generadores de lo "perfecto".
Aprendí a encontrar lo hermoso en el caos este último tiempo, me choqué de lleno con la filosofía caótica de Luis Felipe "Yuyo" Noé, del cual voy a citar un pequeño párrafo:
"Me siento como un primitivo frente a un mundo que me excede, pero, en este caso, ´el exceso de objeto´ no es natural sino cultural; me siento como un imaginero de fetiches en medio de una cultura que se derrumba y otra que aún no se ha anunciado como tal; como un espejo que tiene enfrente el fantasma de un muerto y la latencia futura de un nonato. Y me siento así porque me siento artista de América Latina en la segunda mitad del siglo XX." (Tema: El caos, 2012) ¹
Me parece increíble entender que el orden es una mera ficción, una especie de "Matrix" voluntariamente creada para dar lugar a la neurosis que nos habita, pero entiendo que la realidad es un entrelazado, complejo y enmarañado ovillo del cual poco podemos moldear con exactitud, a menos que esa ilusión consista en autoconvencernos de que tenemos el absoluto control sobre algo definido. El caos se apodera de nuestra esencia y nos hacemos uno con él, nos percibimos como habitantes del caos en permanente movimiento, un escabroso sendero de órdenes superiores en constante puje.
Y resulta que un sábado me encuentro ante una obra de teatro llamada "Bonsái", mezcla de humor y realidad, de excesos y pequeñeces. Y veinticuatro horas después me estaría tomando una limonada en un café llamado de igual forma, Bonsái.
¿Qué es el Bonsái? Lo primero que surgía en mi mente era la imagen de un pequeño árbol en una maceta proveniente de Japón pero, investigando me encontré con una gran filosofía de vida que data incluso de los años previos al nacimiento de Cristo (como nos gusta tanto a los occidentales aclarar) y que erradamente como creía, provenía de China.
Si bien es cierto que Bonsái implica el arte de cultivar de manera muy estética pequeños árboles en macetas, surgió un gran interés dentro mío sobre entender porqué hay gente que dedicaría gran parte de su vida a mantener a estos bellos ejemplares en un delicado equilibrio.
Hay dos corrientes filosóficas en China, el taoísmo y el budismo. En mi búsqueda por entender este arte milenario, encontré una síntesis clara en una publicación de Mistral Bonsái:
"La primera corriente a considerar es el taoísmo, que propone que, en la paz, el vacío, el silencio y la inactividad está la esencia de todas las cosas. Por otra parte, tenemos el budismo, que expresa que la vida es sufrimiento, que es causado por el apego que le tenemos a las cosas materiales y que este sufrimiento se puede eliminar si vamos más allá de lo mundano.
De estas dos filosofías nace el chan en China, denominado zen en Japón. La filosofía zen ha influido decisivamente en las artes de Oriente, ya que es partidaria de la acción con un máximo de técnica y un mínimo de planificación.
El zen busca que la mente sea un cristal a través del cual pase la imagen sin distorsionar del árbol. De esta manera captamos su plena esencia. A este estado se lo denomina kime. Por otra parte, la ejecución automática de técnicas permite desvincular la mente del proceso creativo. Las manos actúan sin la intervención de la cabeza. Este estado se denomina mushin (déjate fluir)." (Mistral Bonsái, s.f.) ²
Me parece super interesante reivindicar la idea de accionar con técnica y sin planificación, despojando a la mente del intento de controlar el caos presente. Porque recordemos al querido "Yuyo" Noé expresando en su libro Asumir el Caos (2024):
"El caos como devenir histórico no sucede sólo de manera ocasional sino de forma permanente. El pasado es nuestro presente y el presente, de manera cada vez más acelerada, nuestro pasado. Es la exigencia de una civilización centrada en el futuro. Ya sea de forma activa o pasiva, como causantes o como víctimas, siempre seremos protagonistas de ese caos, el cual al ser en sí mismo el fluir de la vida en sociedad está constituido por todos los acontecimientos en danza con acercamientos y alejamientos. Tanto la guerra como el amor aparecen, de manera constante, en esta estructura en permanente cambio. Ese es su presente: su insólito devenir." (Noé, 2024) ³
Una civilización centrada en el futuro, la cual pone en categoría desafiante centrarse en el presente momento vívido y en el tecnicismo accionar de dar equilibrio y estética a un bonsái. Entender los requerimientos del mismo, ayudarlo, guiarlo en su forma y belleza, anular la mirada global y caer en los detalles pictóricos de las ramificaciones y sus hojas.
Descubrir la naturaleza y carácter del Bonsái nos permitirá expresar su esplendor. Entender que cada ramificación y movimiento forma parte del todo... porque el Caos se entrelaza entre nuestros espacios y nuestra línea temporal. El movimiento propulsor de vida y del entusiasmo de realizarnos en aquello que preponderamos.
Sería interesante plantearse la idea de vivir más despojados de la mente, entendiendo que acción es resultado, y que vivimos sumergidos en el constante poli-resultado del Caos accionando en el ADN social. Si el pasado es nuestro presente y el presente, de manera cada vez más acelerada, nuestro pasado sería correcto afirmar que es obligatorio ser conscientes de vivir el momento actual, de entender cada una de nuestras respiraciones y creernos partícipes del caos que nos constituye y atraviesa.
Quiero dejar este párrafo en honor a Luis Felipe "Yuyo" Noé, el cual cité en esta publicación con el esmero de reivindicar de alguna forma sus ideas y que hoy 9 de abril del 2025 ha partido de este plano dejándonos un sinnúmero de obras y escritos que pasarán a ser patrimonio de la humanidad y anhelo que las futuras y actuales generaciones puedan aproximarse a sus ideas y a su mundo caótico. Con todo el respeto que merece, mi más sentido pésame.
Referencias
¹ Noé, L. F. (2012). Tema: El caos. En Noé. Visiones / Revisiones. Buenos Aires: Museo de la Universidad de Tres de Febrero (MUNTREF).
² Mistral Bonsái. (s.f.). El origen y la filosofía del bonsái. Recuperado de https://www.mistralbonsai.com/origen-filosofia-del-bonsai/
³ Noé, L. F. (2024). Asumir el caos. Buenos Aires: El cuenco de plata.
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