Es curioso cómo la cabeza de uno se adapta rápidamente a los nuevos entornos que habita. El cuerpo se predispone a una nueva aventura encabezada por el deseo de movilizarse a insólitos espacios y, una vez en ellos, comenzar un período adaptativo que en mi caso supuso de pocos días. ¿Será que mi cabeza sola puede amoldarse fácilmente a diferentes lugares habitables por el mero hecho de experimentar algo distinto luego de tantos años conviviendo entre las mismas paredes? Viajé a la gran ciudad, a un edificio para nada modesto en el centro de todo. Al límite entre Almagro y Caballito, a dos cuadras del Parque Centenario. Me arrojé a la aventura de improvisar, sin saber a ciencia cierta qué iba a depararme estar allá, solo con la soltura de sentirme cada vez más ligero entre tanto cemento. Aparecieron nuevas personas en mi vida, personas que no imaginé conocer. Me abrieron la puerta a lo desconocido, pude recorrer el underground que tanto me seduce desde siempre: la distorsión, lo extraño,...
Es curioso cómo la cabeza de uno se adapta rápidamente a los nuevos entornos que habita. El cuerpo se predispone a una nueva aventura encabezada por el deseo de movilizarse a insólitos espacios y, una vez en ellos, comenzar un período adaptativo que en mi caso supuso de pocos días. ¿Será que mi cabeza sola puede amoldarse fácilmente a diferentes lugares habitables por el mero hecho de experimentar algo distinto luego de tantos años conviviendo entre las mismas paredes? Viajé a la gran ciudad, a un edificio para nada modesto en el centro de todo. Al límite entre Almagro y Caballito, a dos cuadras del Parque Centenario. Me arrojé a la aventura de improvisar, sin saber a ciencia cierta qué iba a depararme estar allá, solo con la soltura de sentirme cada vez más ligero entre tanto cemento. Aparecieron nuevas personas en mi vida, personas que no imaginé conocer. Me abrieron la puerta a lo desconocido, pude recorrer el underground que tanto me seduce desde siempre: la distorsión, lo extraño,...